Por Ysaías Fernández
Lima, Perú, 20/04/2020.
Una trampa te había preparado ese fatídico día tu insospechado destino, conduciéndote inocente al lugar donde de forma bárbara y salvaje te arrebataron la vida y con élla la oportunidad de seguir adelante en tu promisorio camino, cuando te encontrabas en labores de hombre de brega, productor y campesino.
En esa mala hora, por la injusta y prematura muerte fuiste cobardemente sorprendido, estando en la flor de los años, lleno de ilusiones, de sueños, de esperanza en un mejor futuro que forjabas cada día con trabajo y tesón de hombre de llano genuino.
Noble, bueno, generoso con el prójimo, alegre, de alma grande, amante de la naturaleza y de los animales por ti muy consentidos, son otras de las cualidades de un verdadero ser humano que te son reconocidas y gratamente recordadas por todos tus familiares y, además, por todos tus amigos.
Hoy en La Fortaleza, la finca de tu querencia y de tus anhelos preferidos, el corral de ordeño, la majada, los potreros y alambrados se escuchan en un solo gemido. Sus abundantes lagunas y medanales, Médano Blanco, de éllos el más dintinguido, se les oye el lamento y comentarse que no volverán a sentir tu cabalgar sobre los lomos de Cebruno y El Negro en tus acostumbrados recorridos. "La "hija catira", la famosa y recordada canción popularizada por el otrora extinto Don Damaso Figueredo, se encuentra triste y de nuevo se ha quedado sola porque se extinguió la voz que siempre la entonaba estando alegre y divertido.
El Morichal, el Hato donde diste tus primeros pininos, también las lágrimas por su suelo se han derramado a llanto suelto y tendido. En "La felicidad" y Cantarrana, fincas cercanas y de tus andares campesinos, se suman como dolientes familiares al duelo por esta tragedia que a todo el llano entero ha conmocionado y conmovido.
El viejo Capanaparo, que con tu sangre brotada fue de rojo teñido, y que del hecho brutal fue un impotente y mudo testigo, te lleva en brazos de su corriente y con el corazón adolorido.
Un estruendoso clamor se escucha sabana afuera queriendo denunciar al mundo la gran injusticia que sobre ti se ha cometido, es el grito colectivo desconsolado del Quitaparo y los Fundos ribereños que están de luto, porque el llano apureño ha perdido de forma traicionera a otro de sus buenos hijos, que esa anchurosa tierra plana de su seno hubo parido.
Quien desde la distancia este humilde homenaje póstumo a tu memoria le escribe, no tuvo el honor de haberte conocido, pero comparte como propio el profundo dolor que embarga a toda la familia Calzadilla, Malera, Martínez, los afines y tus amigos; a quienes tu ausencia física ha dejado sus almas desgarradas y a sus corazones rotos y con un inmenso vacío, pero como consuelo en sus recuerdos vivirás perennemente metido.
Especial mención quiero hacer de Sonia, tu madre, tus hermanos Carlos Manuel, José Antonio y María Victoria Calzadilla Malera, a quienes acompaño espiritualmente en este aciago momento y les envío mi sentido pésame y el de toda mi familia por la irreparable pérdida de su familiar querido; pidiéndoles que tengan fortaleza, resignación, fe y sabiduría para comprender del Creador sus sagrados misterios y celestiales designios.
A tus victimarios, que con premeditación, ensañamiento y gran crueldad actuaron sobre tu humanidad como fiera enceguecidos, no habría dudas que de tu noble y puro corazón el perdón ya han recibido, aunque la Justicia del hombre debe estrictamente cumplirse aplicándoles a los autores del caso de marras un contundente castigo.
Una sentida plegaria por el descanso eterno de tu alma, Claudio Ramón Calzadilla Malera, le elevo al Todopoderoso Divino, para que en Su Santa Gloria con los brazos abiertos te haya recibido y pases la eternidad junto a tu amado padre Carlos Manuel Calzadilla Martínez y demás familiares que de este plano se han ido.
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